Entre tertulias extrañas para una vida que le gustaría tener unos segundos de felicidad, pasa un individuo común a nosotros… El tiempo parco y frío nos pasa revista a través de métodos que sólo son comparables a la tortura medieval… Un hombre camina por el andén de una estación de trenes en busca de lo que tantas veces ha anhelado; cual niño tímido se acerca y las mira fijamente; nada importa, todo es subjetivo e indiferente mientras las contempla y se deleita con su grato fulgor; hasta parece que le contestase esas miradas de desesperanza que hace ya tiempo viven en él y no le dejan dormir. Mientras las mira, recuerdos pasan por su mente; una vida desperdiciada mirando siempre hacia arriba, creyendo en los cuentos de hadas que mamá le contó; ahora frente a frente a su destino, en ese resplandor que él considera divino, mira su felicidad como quién ve por primera vez la luz del día. Entonces se arma de valor y se acerca, las mira fijamente y se deja caer ante ellas mientras el maquinista no sabe que hacer o decir a las miradas y gritos de los que esperaban el tren para regresar a casa.
CIDR
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