Los colores y emociones iluminan de nueva cuenta a nuestra hermosa ciudad; miles de luces, olores y sabores invaden nuestros sentidos, como la luz del sol en el amanecer, frente a las doradas arenas de las playas.
Una tradición y una esperanza llenan hogares mexicanos sin importar sexo, credo ó posición social. Diciembre ha llegado y con ello, el desborde de recursos que conlleva el fenómeno navideño.
Hace ya algunos años, que escribirles una reflexión navideña, se ha convertido en una cita con mi memoria de la cual no puedo escapar, pero que hago con mucho gusto para todos ustedes, mis compañeros, amigos y hermanos del alma que uno va acumulando y fortaleciendo a través del maravilloso y sorpresivo camino que resulta ser la vida conforme se crece y madura.
Este año, el cual, un servidor, festeja dos décadas de caminar por la vereda vivencial, he querido regalarles una misiva diferente, una que no se encuentre en las chauvinistas páginas de la Internet ó en las tan regaladas tarjetas navideñas. Al empezar estas líneas, he querido considerar a cada uno de ustedes directa ó indirectamente, pero como hacerlo me tomaría más tiempo del que dura la Natividad, espero que acepten una disculpa de antemano, por no escribirles una carta a su nivel e importancia.
Esta misiva es un homenaje a todos ustedes, pero en especial, a alguien que considere perdido y que, durante 2007, logramos tomar nuestros ladrillos y tablas, para construir de nuevo el escenario con todo y su telón. Gracias por todo hermanito.
Ahora, después de este pequeño prologo, empecemos realmente con lo que nos atañe: La reflexión navideña de 2007…
Considero importante mencionar que esta época resulta de especial interés para, quien esto escribe; la razón radica en la maravillosa oportunidad de descubrirte a través de la reflexión durante una parte del año donde todos parecen haberse dado un pasón de felicidad y hermandad. Es bastante interesante acercarse a lo que ocurre en muchas familias y en diversos lugares en estos “tiempos de paz”, tal y como, a quien esto escribe, le sucedió hace no mucho tiempo…
Situémonos en una vecindad, de esas que aun existen por millares en la Ciudad de México, el ella podemos ver una puerta vieja y desvencijada, apolillada por el tiempo y una portera gorda y alegre cobrando las rentas a la primer oportunidad posible, como aquel cazador que acecha a su presa desde lejos para evitar el mínimo error en el disparo. Enseguida vemos un patio viejo, el cual esta rodeado por escaleras y departamentos precariamente acondicionados, unas veces para bodegas y otras para ser habitados por familias pobres o inmigrantes.
Imaginemos por unos segundos, las vidas de esas familias en el día a día, así como los matices que las relaciones sociales pueden generar en un ambiente como el descrito.
A su vez, podríamos tocar en la puerta de Magdalena, la cual es famosa por conocer cada uno de los chismes del lugar y, mientras nos ofrece una taza de café de olla en un jarrito de barro, ponernos al tanto de las relaciones de cada vecino y persona que frecuenta la vecindad.
A pesar de todo ello, la Navidad ha llegado a la vecindad y un aire diferente se respira en el patio, mientras “el esposo de la del 7” y José “el homosexual”, colocan guirnaldas verdes y rojas como los grandes amigos que no son, ya que el resto del año, el esposo de la del 7 molesta y persigue a José mientras le grita “Párate puto ó te mato”. Sin embargo, en Navidad, olvidan sus diferencias y colocan los adornos del patio principal e incluso se toman un ponche con piquete, de ese que la del 7 prepara y le queda exquisito.
A través del umbral de un departamento vemos a Rita y Meche pelando papas y cocinando los romeritos que serán consumidos en la posada, mientras ambas cantan y ríen al compás de los boleros de Manzanero; lo que no saben es que Rita le robó su eterno enamorado a Meche hace 35 años cuando fueron elegidas para los festejos de primavera en su pueblo natal. El enamorado se llamaba Raúl, era rico y muy guapo; bueno, eso decían ambas señoras mientras con un mandil azul, ponían a quien esto escribe, a freír tortitas de camarón para el platillo de la posada.
Rita y Meche se odian todo el tiempo, pero durante las fiestas decembrinas, se conceden una tregua y son las mejores amigas de todo el barrio, al igual que muchos otros personajes de la vecindad.
Esta pequeña muestra de la verdadera mexicaneidad que nos arraiga, es la misma que habita en cada calle, hogar y persona en esta época. Al convivir por unas horas, con gente amable y de buen corazón, en ésa pintoresca vecindad, pude formar parte de una comunidad ampliamente densa y llena de contrastes, donde la realidad resulta ser maravillosamente alterna al bullicio y caos de nuestra ciudad; donde, sin importar quien seas ó de donde vengas, siempre tendrán un lugar para ti cada vez que regreses. Ese lugar donde la vida transcurre a cuenta gotas y todo resulta más llevadero frente a un plato de frijoles, unas tortillas y un jarro de café con piloncillo.
Mi regalo para ustedes, es mi regalo, la experiencia de conocer la otra cara de nuestra ciudad y vivir un día en el corazón de todos ellos, pero que ellos habiten en el nuestro por siempre; de eso se trata la vida, de esos pequeños instantes que iluminan poco a poco ese pequeño pino navideño.
Felices Fiestas
CIDR